Los otros hijos de la tierra: Mapuches en Santiago
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Fecha
1999
Profesor/a Guía
Facultad/escuela
Idioma
es
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Editor
Universidad Andrés Bello
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Licencia CC
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Resumen
A principios de los años '50, en nuestro país habitaban 5.932.995 personas.
Del total, 2,2 por ciento era mapuche. Y de estos, 871 residían en Santiago.
Cuarenta años más tarde, el Censo contabilizó 928.060 mapuches en todo el
territorio nacional. Pero esa suma sólo consideró a los mayores de 14 años y,
únicamente, a quienes se autoidentificaron como indígenas. Cierta o no, dicha cifra
evidenció una realidad hasta hace poco desconocida por la gran mayoría de los
chilenos: hoy seis de cada diez mapuches vive en las ciudades, y un 15,49 por ciento
en las regiones que históricamente han ocupado. De ellos el 44 por ciento está en la Región Metropolitana, habitando comunas como Cerro Navia, Pudahuel, La
Pintana, Peñalolén, Maipú o La Florida.
Los números expuestos señalan que actualmente una cantidad importante de
mapuches vive permanentemente en Santiago. Esta situación es el resultado de un
fenómeno migratorio que se viene acrecentando, aproximadamente, desde la década
del '30.
El hecho de tener que trasladarse y abandonar el lugar de origen, obedece,
entre otras razones, a la escasez de tierras, a los fallidos intentos de reconversión
productiva y a la ceguera del Estado para reconocerlos como un pueblo distinto.
La llegada a la capital quebró un eje importantísimo de la etnia, que por
siempre coexistió en contacto directo con la naturaleza y la tierra. Su nueva vida
trajo cambios radicales. El pasar del cultivo y pastoreo al trabajo improvisado y no
calificado -como panaderos, maestros de la construcción, cargadores de los
mercados y empleadas domésticas- los atrapó en el mismo círculo de pobreza del
que venían escapando. Con el tiempo, fue cada vez más difícil regresar, obligando a
gran parte a permanecer en la metrópolis. Los que se quedaron· echaron raíces,
surgiendo así, los primeros mapuches urbanos que sólo conocieron la vida
reduccional a través del relato de sus padres.
Despreciados por los vecinos y encerrados en sus hogares, debieron ocultar su
cultura. Sin embargo, la mayoría se las ingenió para seguir preservando su
legendaria tradición, ante el acoso de una sociedad de consumo que buscó absorberlos imponiendo sus modelos.
Pese a todos los obstáculos, la nueva generación no quiso permanecer en
silencio. Alzaron la voz, reconocieron su procedencia, se organizaron y ahora
demuestran que el esfuerzo valió la pena. Entre el cemento y el smog, escucharon el
llamado de la tierra.
Notas
Tesis (Licenciado en Periodismo)
Palabras clave
Mapuches, Investigaciones.