El aborto inducido en Chile : una latente realidad

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Fecha
1997
Profesor/a Guía
Idioma
es
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Editor
Universidad Andrés Bello
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Licencia CC
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Resumen
Del latín ab: privativo y ortus: nacimiento, aborto es una palabra y una práctica tan antigua como la leche de burra en que se bañaba Cleopatra. Y es que en el momento en que aparece el deseo de evitar los nacimientos, sea por motivos demográficos, socioeconómicos, culturales o estrictamente individuales, surgen en los diferentes pueblos y culturas -que se han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad- numerosas formas de provocar la interrupción de un embarazo. Ya bajo el reinado del emperador Shen-Nung, en el 2737 a 26% a.c., las mujeres chinas practicaban múltiples formas de inducirse un aborto, las que se hablan difundido a Europa, llegando a ser incluidas en la tradición oral y escrita de muchos de esos países durante la Edad Media (1). Escritos chinos del año 2000 a.c. y papiros egipcios del 1850 y 1550 a.c., dan cuenta de métodos anticonceptivos de uso vaginal preparados con miel y carbonato de sodio, entre otras sustancias (2). Aspacia de Mileto, la ilustre esposa de Pericles (499-429 a.C.), para dar otro ejemplo, dejó compilado en uno de sus libros una gran lista de abortivos y de recetas indicando su forma de uso. En Grecia y Roma, en el siglo IV a.C., los hombres utilizaban la vejiga de cabra como preservativo y se recurría al uso de aceite de cedro y de oliva mezclado con incienso para formar una barrera en el cuello del útero, de modo de evitar el pasaje del semen hacia el interior (3). Escritos de esos imperios describen también, con toda clase de detalles, instrumentos que servían para dilatar el cuello del útero, así como una infinidad de plantas utilizadas como brebajes y ungüentos abortivos.
Notas
Tesis (Periodismo)
Palabras clave
Aborto inducido
Citación
DOI
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