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Ítem Revista de Humanidades. Número 14(Universidad Andrés Bello, 2006) Facultad de Humanidades y Educación; Departamento de Artes y HumanidadesÍtem Revista de Humanidades. Número 13(Universidad Andrés Bello, 2006) Facultad de Humanidades y Educación; Departamento de Artes y HumanidadesÍtem Revista de Humanidades. Número 12(Universidad Andrés Bello, 2005) Facultad de Humanidades y Educación; Departamento de Artes y HumanidadesÍtem Revista de Humanidades. Número 11(Universidad Andrés Bello, 2005) Facultad de Humanidades y Educación; Departamento de Artes y HumanidadesÍtem Revista de Humanidades. Número 10(Universidad Andrés Bello, 2004) Facultad de Humanidades y Educación; Departamento de Artes y HumanidadesÍtem Revista de Humanidades. Números 8 y 9(Universidad Andrés Bello, 2004) Facultad de Humanidades y Educación; Departamento de Artes y HumanidadesÍtem Revista de Humanidades. Número 7(Universidad Andrés Bello, 2000-12) Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesEn una primera instancia de reflexión, toda perspectiva suele ser la proyección de una particular mirada sobre la realidad. El ámbito de significaciones que dicha visión potencia responde a una matriz cultural que se traduce en visiones de mundo y en la constitución de un determinado tipo de sujeto. En una segunda instancia, es al interior de tales esquemas de representación que el discurso de las ideas se desglosa en particulares aproximaciones a lo real. Un juego de perspectivas se entrelazan allí en un reticulado de interpretaciones que conviven y tensionan la relación entre el conocimiento y la ignorancia. Dentro de este contexto de pensamiento, toda perspectiva inaugura una pregunta que cuestiona los supuestos culturales establecidos, promoviendo en su dinámica continua, una remoción y un desarrollo permanente del saber. Por estas razones se ha escogido, para abrir las diversas secciones del presente número de la Revista de Humanidades, las perspectivas gráficas realizadas por el artista y arquitecto holandés del siglo XVI, Jan Vredeman de Vries. Tales secciones, esto es, artículos, ensayos, documentos y reseñas, han sido distribuidos en cuatro áreas disciplinarias: Fllosofía, Literatura, Historia y Comunicaciones. Con ello se pretende favorecer el intercambio disciplinario, generando así un diálogo de perspectivas y competencias que configuran una multitextualidad discursiva. Por texto se entiende aquí la plasmación de discursos de naturaleza distinta, los cuales conviven en el texto-continente, articulados por su intrínseca necesidad de comunicación. Es necesario destacar que el número siete de la Revista de Humanidades se propone continuar la línea de las revistas anteriores, donde se recoge el trabajo académico propio de las disciplinas humanísticas. La Facultad de Humanidades de la Universidad Andrés Bello cumple así con el imperativo que se ha impuesto de fomentar y desarrollar el saber en su más amplia expresión. Finalmente, se agradece a todas las personas que han hecho posible esta publicación, especialmente a Francisco Aguilera, por la asesoría brindada en todos los ámbitos de producción de la Revista. Nuestros sinceros agradecimientos, igualmente, a José Miguel Riveros, por su ayuda constante en el proceso de revisión de los trabajos.Ítem Revista de Humanidades. Número 6(Universidad Andrés Bello, 2000-07) Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesEs innegable que la sociedad posmodema, en la cual se supone que aún estamos insertos, está íntimamente relacionada con el fenómeno de la globalización y los circuitos de la cultura de masas. Las mediatizaciones que articulan al sujeto de la actualidad están, por ello, en íntima conexión con la realidad de los medios de comunicación. Estos operan, al igual que lo hacen otros dispositivos simbólicos posmodernos, como agentes desconstructivos de las oposiciones que definían la sociabilidad moderna, por ejemplo, la oposición: espacio privado versus espacio público. Tal como dice Carlos Catalán, a través de la prensa, radio o televisión, el acceso al ámbito público se puede realizar actualmente desde los particulares reductos en los que se teje la cotidianeidad íntima de las personas. De esta forma, lo que antes se entendía por espacio público ha ido privatizándose de manera progresiva al mismo tiempo que el espacio íntimo se desdibuja gracias a la intervención de las nuevas tecnologías. El sujeto posmodemo deviene así en lo que Jean Baudrillard define como un "terminal de múltiples redes", verdadero epicentro de cruces de información y mensajes imposibles de integrar en su totalidad. Es significativa al respecto la contundente presencia de la televisión, elemento paradigmático en cuanto a la expropiación de la privacidad. A través de la fuerza de las imágenes y sus estrategias de seducción, ésta reelabora la realidad, operando directamente en la esfera de la subjetividad. Por lo antes mencionado, es posible postular que actualmente prevalece un tipo de convivencia humana cuyos ejes centrales son la comunicación y las nuevas tecnologías. Dicha certeza, sin embargo, se une al sentimiento de incertidumbre respecto a las proyecciones futuras de la sociedad massmediática. Surgen al respecto, dos miradas opuestas con relación a la incidencia de ella en la metamorfosis del sujeto posmodemo. Las diversas nominaciones que han recibido los grupos que encarnan dichas perspectivas, enfatizan la divergencia de sus posiciones: optimistas / tremendistas, en términos de Raúl Trejo, optimistas / críticos, según Beatriz Sarlo o utópicos / catastróficos, en palabras de José Joaquín Brunner. Respecto al primer grupo, éste confía plenamente en las redes comunicacionales y su capacidad de diluir los límites entre la esfera de lo privado y la experiencia colectiva. El optimismo ante las posibilidades de la tecnología se une a la esperanza de que ella genere nuevas formas de libertad, creatividad y pluralismo. A partir de allí será posible activar la inteligencia de una humanidad que respetará la diversidad en sus múltiples expresiones. Este despliegue democratizador permitirá que el conocimiento sea accesible a todos, que se instalen nuevos discursos y se iguale la élite con la masa popular. La mirada optimista percibe la sociedad de los massmedia como un privilegiado circuito de intercambios, hibridación, desplazamiento de los sentidos y un constante proceso de resignificación. Paradigma de esta tendencia es el filósofo Gianni Vattimo, quien considera que la sociedad de los massmedia, a partir de sus ideales de emancipación y libertad, socava el principio mismo de la realidad. La disolución del sujeto de la modernidad en los circuitos de la globalización, es percibida como una nueva modalidad de pertenencia a la comunidad mundial. En este contexto, los medios de comunicación -como por ejemplo la prensa y en especial la televisión con su capacidad de moldear la subjetividad- desdibujan cualquier forma de procesamiento unívoco de la realidad. Dicha tesis se concentra en la frase de Nietsche que plantea: "No hay hechos, sólo interpretaciones". En el caso de los críticos, tremendistas o catastróficos, éstos imaginan una sociedad marcada por la despersonalización y una alienante globalización. La idea de mundo que surge desde aquí se define por la saturación de información, la incapacidad de seleccionar lo verdaderamente significativo y el flujo incontenible de imágenes que enajenan al sujeto de la contemporaneidad. La visión de comunidad que se despliega enfatiza la pérdida de identidad de un sujeto diluido en la red comunicacional y el enjambre tecnológico. Desde esta perspectiva, la globalización se percibe como un fenómeno desarticulador de las identidades locales. La fragmentación que estimula en todos los niveles sociales y el descentramiento comunicacional que genera, contradice la función misma de la cultura, esto es, la integración de la humanidad. Por otro lado, los pensadores críticos de la posmodemidad establecen que la sociedad massmediática -contrariamente a lo que señalan los pensadores optimistas- no genera ámbitos de libertad mayor sino un confuso y aparente pluralismo que degrada la convivencia social. En este sentido, Félix Guattari postula que la tecnociencia y la sociedad massmediática han capitalizado y colonizado el deseo del sujeto, a la manera de una celda invisible que lo determina indefectiblemente. Como puede apreciarse, las posiciones reseñadas aquí carecen de puntos de coincidencia respecto a un pronóstico futuro. Se requiere por ello una perspectiva de indagación capaz de sobreponerse a interpretaciones extremas y excluyentes. Así se podrán reivindicar diversos tópicos que la reflexión posmodema ha obliterado a pesar de su vigencia indesmentible, esto es, el tema de la ética y los valores humanos. Son estos temas -que apelan a la sociedad massmediática, pero que remiten principalmente al concepto de universalidad- los que son reivindicados en este número de la Revista de Humanidades, dedicada al Periodismo y a la Comunicacion. Temas como la tensión entre globalización y culturas locales, el problema ético en la esfera de Internet, la televisión en el circuito universitario y la función educadora del periodismo, son parte de las preocupaciones que orientan esta publicación. Unido a ello, la reflexión se ve enriquecida por una solvente descripción de la historia del periodismo, su especificidad, campo de acción y productividad teórica.Ítem Revista de Humanidades. Número 5(Universidad Andrés Bello, 1999-12) Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesEn algún momento del pasado cultural chileno se sostuvo, fundamentalmente en el exterior, que éste era un país de historiadores y que, por lo mismo, los chilenos conocían su Historia. Era esta una premisa cimentada en dos realidades concretas: la existencia de historiadores dedicados a escudriñar el pasado y el deseo de un pueblo por saber y conocer acerca de sí mismo. Esta premisa fue posible de sentar gracias a los esfuerzos desplegados por una pléyade de investigadores y pensadores que, buceando en archivos nacionales y extranjeros, reflexionando acerca del pasado, escribiendo monografías e historias generales, trazaron las grandes líneas del acontecer nacional. Ello también fue posible porque en los chilenos existía una conciencia de la importancia de la Historia y de que la investigación, reflexión y conocimiento de ella, era de vital importancia para entender el presente y desarrollar el futuro. Tal preocupación por la Historia no sólo era patrimonio de la elite, sino que alcanzaba a todas las capas de la sociedad y, por ello, era difícil encontrar un hogar donde no hubiese -guardado en un sitial de privilegio- un texto o una colección de textos de Historia. Al amparo de ese interés se forjó el Archivo Nacional, destinado a guardar los papeles que servirían de base al estudio del pasado y se estipuló, por ley, que los archivos de entidades fiscales se incorporaran a ese acervo documental cumplidos los cincuenta años. A la vera de esa preocupación se estimuló y apoyó a investigadores para que, en misiones permanentes, desenterraran en archivos europeos y americanos nuestro pasado colonial y republicano incipiente. Gracias a ello, se crearon fondos documentales admirables, cuyo ejemplo más señero es el Fondo Medina que guarda la labor de José Toribio Medina y que, conservado en la Biblioteca Nacional, provoca la admiración de los estudiosos extranjeros. Los estudios de la Historia se multiplicaban y sucedían con rapidez. Los conocedores de ella eran consultados por las autoridades nacionales y locales a la hora de la toma de decisiones. La opinión pública se hacía unánime al momento de juzgar la importancia del conocimiento de la historia como formadora de una conciencia nacional y, por ello, escuelas, colegios, liceos, universidades, centros culturales, clubes sociales, editoriales, periódicos y revistas, daban cabida y procuraban aumentar los conocimientos del pasado entre sus estudiantes, lectores y socios. Como resultado de lo anterior, el país entero sabía historia. Entendía que la fortuna era cambiante, que el que estaba arriba hoy podía estar abajo mañana, que la sociedad mudaba de parecer constantemente, que nada era permanente, que cambiaban la importancia de las instituciones y que muchas de ellas morían para volver a revivir. Pero también entendía y comprendía la vigencia de valores permanentes, de formas culturales transmitidas de generación en generación, de lo significativo e importante que era el sostener instituciones básicas. Los chilenos, bebían en ese conocimiento y proyectaban una sociedad libre, democrática, respetuosa del otro y solidaria con el débil. El pasado formaba parte del ser nacional y se hacía presente al momento de juzgar al otro, de proyectar el futuro y de avanzar en la búsqueda de una mejor calidad de vida para la sociedad. De repente esto cesó. La preocupación del Estado por apoyar la disciplina terminó y los historiadores fueron objetos raros que engalanaban con conocimientos inútiles las aulas y los salones universitarios. La historia se volvió monótona, repetitiva, poco dinámica e irrelevante para el hombre común y también para la elite. La historia se retiró de la cotidianidad y dejó de integrar el acervo cultural del hombre común. El chileno olvidó su pasado, de esfuerzo y voluntad, equivocó su actuar y se hundió en una actitud de consumismo de lo nuevo, rechazo de lo antiguo por el sólo hecho de serlo y renuncia de su tradición, volviéndose anónimo, estadístico y numeral. La Historia, batida en retirada, se refugió en las universidades y aún de ellas fue expulsada, disminuida o reemplazada por otras formas de mirar la sociedad. Los estudiantes dejaron de preocuparse por la historia y de cultivar el conocimiento del pasado. Olvidaron los trabajos de sus antepasados y no miraron las experiencias vividas y se sintieron dueños de un destino que ellos mismos forjaban de la nada o copiaban de otras sociedades. De tanto en tanto surgían voces que llamaban la atención y denunciaban desde la cátedra el desdén que el país tenía por su pasado. Algunos historiadores, desde la soledad de sus claustros, entusiasmaban a unos pocos seguidores pero nunca, o rara vez, trascendieron a nivel nacional y como consecuencia de ello la historia languideció. Sin embargo, aparentemente en las últimas décadas, se ha iniciado una nueva etapa. Las autoridades se preocupan por el desconocimiento que la ciudadanía tiene de su Historia e intentan a través de parches poco sólidos, apoyar la difusión de ese conocimiento. Así, mientras por un lado se instituye un Premio Nacional de Historia y mantienen, en la Prueba de Actitud Académica, como obligación, una de Historia de Chile, por otro, disminuyen los planes de estudios de Historia en las etapas formativas de los estudiantes, rebajan los fondos de investigación concursables en organismos fiscales o excluyen a la Historia de Jos proyectos de incentivos a la investigación diseñados para el futuro. Pero, con todo, la reacción empieza. Se connota a la historia como necesaria para la comprensión del presente y para la elaboración del futuro. No se duda, en algunos círculos, de que la solución de los problemas contemporáneos pasa por el conocimiento del pasado generador de esos problemas. Se empieza a entender, por los que toman decisiones, a la hora de formular políticas de desarrollo o de modificar instituciones existentes, la necesidad de conocer el pasado socio económico en que se activó el subdesarrollo o el contexto histórico en que se formuló la institución. En este resurgimiento de los estudios de la Historia, las universidades han jugado un importante papel. Por una parte, ha sido admirable el esfuerzo -contra toda lógica productivista- que han desplegado las universidades antiguas al mantener los centros de estudios históricos y, por otra, la no menos elogiable actitud asumida por algunas universidades nuevas, como la nuestra, que han hecho suya la tarea de incentivar los estudios históricos aun a costa de sacrificios financieros. Prueba de esta actitud es el presente número de la Revista de Humanidades, que se encuentra dedicada a la Historia. La dirección agradece a los colaboradores de ella, por sus aportes que posibilitaron esta publicación y, en especial, al Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, por el apoyo brindado.Ítem Revista de Humanidades. Número 4(Universidad Andrés Bello, 1999-09) Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesLa filosofia es pensamiento. Es cierto. Pero no es sólo pensamiento, es también lenguaje. Esta proposición, insoslayable en su evidencia, quizás no baya sido siempre asumida, en la plenitud de sus consecuencias, por el propio pensar filosófico. Muchas veces éste, en ostentoso gesto de autosuficiencia, se declaró trascendente y transmundano. Pero alli quedó siempre, como testigo insobornable, no sólo la levedad del pensamiento trascendente, sino también la gravedad de la materia: la voz, el balbuceo, la cifra y el borrón de tinta... La consideración de la filosofía como lenguaje-e incluso como literatura- debe conducir a una concepción de su esencia no solamente en razón de su forma lógica, sino también en virtud de su forma práctica. La forma práctica de la filosofía -o si se quiere, la filosofía realmente practicada- debe reconocer su inevitable traza retórica: el hecho de ejercerse ella también en vistas de la persuasión de los otros. Una revista, quiéraselo o no, es también tributaria de esta orientación comunicativa de la palabra filosófica. La forma como se hace filosofía hoy -su forma práctica- es, preeminentemente, la del articulo de revista. Esto no es inocuo. La forma del artículo no se agrega, simplemente, al pensamiento al modo de una determinación puramente exterior, así como el lenguaje mismo tampoco puede considerarse, sin más, como simple aditamento y rebozo del pensar. El articulo tiene su propio arte del estilo, pero por lo mismo posee también sus especificas exigencias y limites. Una cuestión de palabras, pero no solo de palabras ... La expresión "articulo" proviene del latín articulus, articulación o juntura de los huesos, miembro de la oración, división, instante, momento. Por su parte, la voz articulus deriva de artus, estrecho, apretado, ceñido, reducido. Ciertamente, esta "forma estrecha" de hacer filosofia tiene su origen en la crisis contemporánea del pensamiento sistemático -de suyo totalizador-, pero también en el paradigma del saber especializado impuesto por las ciencias experimentales. La revista que hoy presentamos no es ajena a esta figura, cuasi institucional, de la filosofia contemporánea. Sin embargo, en los lindes de esta forma hemos querido también movemos con cierta libertad. Por ello, se ordena no sólo en artículos -en sentido estricto- , sino también en ensayos, así como en documentos y reseñas. La forma del ensayo-entendida como tentativa o libre tant~ quizás nos haya permitido liberamos del peso, a veces excesivamente restrictivo, del articulo. Esperamos que esta ampliación haya permitido recoger algunas migajas de la diversidad y complejidad del hacer filosófico. No obstante, si algo de esa diversidad se revela en las páginas que siguen, se lo debemos sobre a todo a los autores que han cooperado en este número de la Revista de Humanidades. El Area de Filosofia agradece muy sinceramente a todos ellos. Particular reconocimiento nos merece el Profesor Ernst Tugendhat, quien en su visita a esta Universidad tuvo la gentileza de dejamos, para su publicación, la conferencia que dictó en nuestra Facultad. Gracias, por último, a Salvador Lanas, por su permanente disposición para las arduas labores de edición.Ítem Revista de Humanidades. Número 3(Universidad Andrés Bello, 1998-10) Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesÍtem Revista de Humanidades. Número 2(Universidad Andrés Bello, 1994-08) Facultad de Ciencias Jurídicas y HumanidadesEl segundo número de la Revista de Humanidades propone la Etica como su tema central, a partir del convencimiento de que es necesario introducir una reflexión seria y profunda en la sociedad al respecto. Hablar de la moral y las obligaciones de los hombres es una tarea de significación, en un mundo que se ha tensado entre los procesos de globalización y generalización, por un lado, y la creciente despersonalización y afirmación de los derrchos humanos, por otro.Ítem Revista de Humanidades. Número 1(Universidad Andrés Bello, 1993) Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades